Cómo la reforma es un regateo fiscal
Enrique Quintana
14 Ago. 07
Todo pinta a que la pretendida reforma se va a convertir al final de todo en un regateo fiscal.
Es mejor algo que nada. Esa es en este momento la posición que mantiene la Secretaría de Hacienda ante la expectativa de que se le dé una buena rasurada a su propuesta de reforma fiscal.
Tras la trasquilada que le van a dar los legisladores, lo que se quiere es que la parte central del proyecto, que es la inclusión de la CETU, siga \"reconocible\", aunque incluso se le pueda cambiar hasta el nombre.
La razón de esta aceptación es que ya se llegó a la convicción de que ésta no va a ser \"La\" reforma fiscal que sacará al Gobierno de todas sus penurias financieras, sino apenas una de varias. Otra más tendría que aplicarse hacia el final de este mismo sexenio y desde luego en los que vienen.
Así que, las empresas y aun las personas físicas, tendremos que hacernos a la idea de que las reglas fiscales que resulten este año van a ser -como siempre- solamente transitorias.
Los funcionarios de Hacienda recuerdan que en el 2003, cuando se estuvo a punto de obtener los votos necesarios para pasar una reforma que incluía un IVA generalizado al 10 por ciento, \"sólo\" se iba a recaudar medio punto del PIB.
Si ahora la recaudación adicional de esta reforma es de un punto en lugar de tres, pues -dicen- el saldo no será tan malo y se dará oxígeno a las finanzas públicas, quizá por un rato más.
El problema con esta forma de ver las cosas es que así nos la hemos llevado con los cambios en el País, por lo menos desde 1997.
La última gran reforma económica que se pasó por el Congreso fue la que creó las Afores hace una década. En este año, la luz verde al cambio en el ISSSTE, que es también una reforma muy importante, creaba la expectativa de que pudiera darse un ambiente favorable a la redefinición de fondo en las reglas del juego para hacer negocios en México.
Pero, todo indica que vamos a continuar pian pianito, es decir, sacando un pequeño cambio aquí y otro más, allá.
El problema es que el mundo no va pian pianito, sino molto vivace. Y ya nos cansamos de verificar en las clasificaciones internacionales que una y otra vez estamos en los últimos lugares o, en el mejor de los casos, en la media tabla de casi cuanta medición hagamos.
Hay quien dice que es irrelevante que hagamos esas comparaciones. Pero en el mundo abierto como en el que vivimos no hacerlo sería suicida, salvo que sigamos creyendo que como México no hay dos.
Regresando al tema del regateo fiscal en el que acabamos, no es que no piense que no se requiera reformar la propuesta de Hacienda. En este espacio identificamos desde hace muchas semanas las insuficiencias que tenía y los cambios que tendrían que hacerse.
Pero el punto relevante es que no se propició una discusión de fondo respecto al tema del gasto y a la necesidad de redefinir la forma de asignarlo, ni tampoco acerca de la contribución que hacen las empresas y las personas físicas al financiamiento de la actividad pública.
Pareciera que todo va a quedar -sea que se discuta en un periodo extraordinario o se vaya hasta septiembre- en un regateo en el que los partidos políticos le dicen a Hacienda: \"¿cuánto es lo menos?\". Y van a ajustar la CETU y las otras medidas fiscales en función de la capacidad de pataleo de los diferentes sectores.
Hay quien me dice que debemos ser realistas y darnos cuenta de que eso es lo que se puede hacer ahora.
Yo me resisto a pensar que eso es todo. Sigo creyendo que si el Gobierno hubiera dado el ejemplo y hubiera recortado todo lo que es recortable en su gasto, incluyendo lo que se dice que es intocable como los presupuestos para el magisterio o la seguridad social, la historia hubiera sido otra.
Lejos de quitarle recursos a la educación o la salud, lo que se hubiera podido hacer en dárselos en verdad a esas funciones y no a la burocracia que se anida en las instituciones públicas.
Con el ejemplo puesto, quiero ver si la sociedad no hubiera respaldado la decisión de cobrarle más a muchas empresas que hoy no pagan o que hacen como que pagan.
Pero, en muchos ámbitos de la sociedad queda la idea de que lo que Hacienda quiere hacer es meter la mano en nuestro bolsillo, precisamente para poder seguir sosteniendo las generosas revisiones salariales a Pemex o a Luz y Fuerza del Centro, o para que los Secretarios continúen con su parafernalia de secretarios particulares, secretarias, asesores y demás personal que infla las nóminas.
Pero, ni modo, pareciera que todo va a acabar en el regateo que cada año se produce al asignar el gasto público, sólo que ahora ese regateo va a trasladarse al tema de quién va a pagar lo mucho o lo poquito que se recaude con la reforma o lo que al final resulte.
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