Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó el Indicador Global de la Actividad Económica para enero de 2009, con un sorprendente resultado de -9.5% respecto de enero de 2008, que rebasó por mucho las predicciones más pesimistas.
Por otro lado, en febrero pasado la tasa de desocupación alcanzó el 5.3% contra un 3.96% que mostraba en enero de 2007, lo que significa que durante la administración del autoproclamado “presidente del empleo”, por cada tres trabajadores que estaban desocupados al inicio de su gobierno, hoy ya hay cuatro y deben estar muy agradecidos pues ya pueden “armar” la mesa de dominó, mientras pasa la crisis.
Curiosamente se invirtió la composición de la desocupación, pues mientras que en enero de 2007 había 1.07 mujeres desocupadas por cada hombre, dos años después, la relación es de 1.09 hombres por cada mujer, sin nada que agradecer, pues la desocupación femenina pasó de 4.12% a 5.01%.
A estos malos números hay que agregar una inflación anualizada de 6.2% para el mes de febrero y nuestra devaluada moneda, que se sigue cotizando por arriba de los 14.3 pesos por dólar.
A pesar de que todos parecen coincidir en que el crecimiento económico es necesario para el bienestar de la población y en que la relación entre el crecimiento y la ocupación es obvia, pues todo lo que se produce requiere del trabajo humano, sin embargo, a fin de reducir la inflación, los economistas neoliberales implementan medidas que contradicen esta relación, como elevar las tasas de interés para frenar la economía y rebajar los salarios reales. A éstos se les acusa de propiciar la inflación, sin importar qué tan bajos sean, tanto en términos absolutos, respecto de su valor adquisitivo, como relativos, comparados con los de otros países.
Los “índices reales” de los salarios mínimos que publica el Banco de México prueba claramente esa tendencia. Partiendo de una “base 100” que ubica a mediados de 1994, muestra como valor real máximo el obtenido en octubre de 1976, de 312.85 puntos. A partir de ahí, el deterioro ha sido continuo, salvo por un leve incremento de 3.2% en la administración de Fox. Los primeros dos años de Calderón registran ya una pérdida de 2.2%.
Quienes sabemos poco de Economía, pero conservamos algo del sentido común, no entendemos en qué pueda ayudar a la situación económica de un país el dejar de producir y el debilitar el mercado interno. Los daños que se causan son peores que los que eventualmente se puedan evitar.
Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los salarios latinoamericanos destaca que en 2007, de 17 países con información disponible, 9 tenían salarios mínimos iguales o superiores a 200 dólares por mes, 7 los tenían entre 100 y 200 dólares y solamente los bolivianos estaban por debajo de los 100. México ocupaba el lugar 13, con un salario de 134 dólares, prácticamente empatado con Uruguay y República Dominicana, con 132 y 131 dólares respectivamente, ocupando los lugares 14 y 15; sin embargo, al considerar el poder de compra, México tenía un indiscutible penúltimo lugar. A propósito, con la paridad de 14.33 pesos (dólar fix del 27 de marzo), el salario mínimo actual promedio apenas alcanza los 111 dólares mensuales.
La baja de los salarios mínimos fue una típica medida de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI) para contener la inflación, pero se ha ido abandonando por los daños que ha causado en las poblaciones. La OIT señala que entre 2001 y 2007 el valor real de los salarios mínimos aumentó mundialmente a un promedio de 5.7% anual (3.8% en Europa y 6.5% en los países en desarrollo).
En contra de la corriente mundial, México sigue bajando el salario mínimo, con la excusa de que es sólo un referente y que el crecimiento real de los salarios debe condicionarse al incremento de la productividad. Sin embargo, mientras la productividad crece, los salarios bajan.
Según el Banco de México, entre diciembre de 1982 y febrero de 2008, en la Industria manufacturera no maquiladora la productividad media creció de 58.38 a 171.26 puntos, mientras que las remuneraciones medias reales cayeron de 117.08 a 97.70 puntos, lo que equivale a una pérdida neta de 71.5%. Pero el costo unitario de la mano de obra bajó mucho más, pues pasó de 200.73 a 56.98 puntos, lo que supone un abaratamiento directo de 71.6%, que con el factor de la productividad alcanza 90.4%. En otras palabras, el costo laboral real de un producto es hoy de 10% del que tenía hace 26 años. ¡Así repartimos en México los beneficios de la productividad!
Parece necesario recordar que el mercado necesita tanto de la oferta como de la demanda. El proyecto neoliberal se sustenta en una idea que ha probado ser bastante idiota, al menos a largo plazo: producir barato y vender todo a los vecinos del norte, aprovechando nuestros bajos salarios, la fronterota y el libre comercio. Con algunas reservas podríamos aceptar que el modelo pudo haber detonado el crecimiento, siempre y cuando se hubiese acompañado del fortalecimiento paulatino de los salarios, para ir construyendo un mercado interno que nos permitiera afrontar las crisis. Lejos de ello, navegamos otra vez al garete, esperando que EU venga al rescate, lo que ciertamente tardará mucho, pues antes tiene que ocuparse de sus propios náufragos.
Me temo que las políticas económicas que han seguido nuestros gobiernos priístas y panistas para consentir a muchos empresarios inútiles, nos han dejado sin salarios, sin mercado interno y claro está, ya no hallan a quién venderle lo poco que producen, entonces hay que producir menos y el Gobierno apoya a las grandes empresas, que no a los trabajadores, subsidiando a las que realicen “paros técnicos”.
Pero eso sí, de la Secretaría del Trabajo nos siguen enviando propuestas para flexibilizar la Ley Federal del Trabajo y abaratar aún más los costos laborales.
¡Que incompetencia y que maldad!
Carlos de Buen
02/04/09 :: 10:15
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