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Prenden ventas, pese a impuestos
Logran tabacaleras sortear mayor carga fiscal y campañas en contra en el pasado
Verónica Martínez
Cd. de México (13 diciembre 2006).- La industria tabacalera mexicana es un negocio al que aún le queda mucho para que se apague.
Entre el 2000 y el 2005, el número de hogares que consumieron cigarrillos cayó de 2.1 millones a 1.9 millones. Pero para fortuna de las empresas, el gasto por hogar aumentó 18 por ciento en términos reales durante el periodo. Menos adictos, pero con mayor consumo.
Es éste creciente consumo el que permite, entre otras razones, sobrevivir a una industria que paga altos impuestos y que ha sido obligada a imprimir en sus cajetillas advertencias sobre los riesgos que implica para la salud.
Desde el 2000, los cigarrillos pasaron de pagar un impuesto de 20.9 por ciento en México a una tasa actual de 110 por ciento, que incluye el IVA y un impuesto especial.
Ahora, para el 2007, el Ejecutivo propone agregarle un gravamen de 15 centavos por unidad de tabaco, que se traduciría hasta en 3 pesos por cajetilla.
Las cigarreras también han sabido remar contra controles cada vez más estrictos sobre su publicidad. Ésta no puede estar cerca de escuelas, ni hospitales; tampoco en espectaculares, ni publicitarse en radio y televisión; solamente tienen permitido anunciarse en impresos que esté comprobado que van dirigidos a mayores de edad.
Francisco Espinosa, director corporativo de Phillip Morris México, explica que de una cajetilla de 20 cigarrillos —que se vende en los estanquillos a 20 pesos—, 13 son para cubrir impuestos, y los 7 restantes son para el pago nómina, costos de producción y utilidades, por lo que la cajetilla podría venderse en 8 pesos y seguiría siendo negocio.
¿Cómo entonces —a pesar de los mayores precios, advertencias sobre el peligro de que representan, los controles publicitarios y las campañas contra el tabaquismo— las empresas tabacaleras mantienen sus utilidades? La respuesta está en los costos de producción.
Para José de Jesús Brambila, investigador del Colegio de Postgraduados —institución especializada en temas del campo—, el secreto de las tabacaleras está en que paulatinamente han reducido el número de productores a quienes compran tabaco, los cuales a su vez contratan mano de obra barata, generando ahorros para las grandes empresas.
"Les compran a menos productores con menos hectáreas, son productores que con menos tierra tienen mejores rendimientos, esto ahorra los costos", dice.
"Pareciera incongruente que el número de fumadores baje y que ellos sigan en pie, pero en parte se debe a esto", comenta Brambila.
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